Escribe: Eduardo Arboccó
Presidente de la Fraternidad Cristiana Vida
Presidente de la RUMP
No hace falta ser científico para corroborar que nuestro planeta se encuentra en una crisis climática. Los que vivimos cerca de la línea ecuatorial nos damos cuenta que la capa de ozono desaparece aceleradamente y perdemos la protección contra los rayos ultravioleta. Deberíamos preguntarnos más bien: ¿tenemos aún capa de ozono?
Los índices anuales de desastres naturales en todo el mundo, van en aumento: Más sequías, inundaciones, huracanes, diversas variaciones climáticas, etcétera. Enfermedades y acciones humanas que crean un desequilibrio medioambiental: Dengue, peces contaminados, plantas contaminadas, abejas en un proceso de decrecimiento, etcétera y etcétera.
Nuestras sociedades, creadas con una visión de lucro y consumismo, han perdido el sentido de la felicidad, lo justo, lo armonioso con la creación. Seguimos destruyendo, sin pensar en las futuras generaciones y nuestro propio presente.
¿Qué podemos hacer tú y yo? Si realmente te preocupa el futuro de nuestro planeta, hay pequeñas cosas que podemos realizar, y la principal es transformar nuestro estilo de vida a una vida eco-justa.
Cambiar nuestro estilo de vida no es algo sencillo. Debemos luchar con acciones que hemos desarrollado desde nuestra niñez o, mejor dicho, han repetido nuestros padres en una cadena de enseñanza que no necesariamente ha sido la mejor. Requiere una concienzuda reflexión de tu propia existencia y tu entorno cercano para modificar aquello que contribuye (consciente o inconscientemente) a la destrucción de nuestro ecosistema.
Un hermoso texto bíblico nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6 ¿Qué nos han enseñado en ésta generación? ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué enseñamos?
Por otro lado, pensar en una vida eco-justa, implica que no sólo piense egoístamente en los cambios por aquellos que amo; sino también pensar en mi rol educativo para una sociedad que se ha acostumbrado a vivir en estructuras de relaciones injustas, donde el silencio y la falta de compromiso es el pan de cada día.
Involucrarnos con instituciones y organismos que están trabajando en causas ambientales pueden marcar una diferencia para nuestro futuro. La suma de esfuerzos, las pequeñas acciones se pueden convertir en grandes logros por el planeta.
Ahora más que nunca, debemos contagiar éste espíritu por una vida eco-justa y trabajar cooperativamente con otras personas.
Cuánta alegría tenemos cuando pequeñas comunidades ya están buscando, en distintas partes del planeta fomentar, por ejemplo: mecanismos para una energía más limpia y renovable (como la energía solar o eólica); la gran satisfacción de propuestas y soluciones agro-ecológicas en una agricultura más sana y cooperativa. En fin, si el ser humano se propone, hay tantas formas de sumar el cambio.
Debemos comenzar a preocuparnos primero en la vida humana antes que en cosas superfluas de la vida.
Jesucristo, en el contexto de su tiempo, busco transformar/reorientar su sociedad creando discípulos y ayudándoles en la reflexión de su realidad.
Cuando los poderosos de su tiempo, modificaron su vida social y religiosa, en torno a tradiciones creadas por ese grupo de poder, les enseñó: “… El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” Marcos 2: 27.
Para Jesús es de mayor valor la vida humana que las tradiciones; lo creado está en función de la felicidad y el buen vivir de toda la humanidad, no usar la creación para satisfacciones egoístas e individualistas. La creación no es para explotarla, es para disfrutarla.
Por eso, al celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente, comencemos a asumir medidas hoy para el bienestar de las futuras generaciones. Que nuestro legado hable de nuestros sinceros cambios. Como dice un dicho conocido: “Que quede la satisfacción de haberlo intentado, no la duda de imaginar qué hubiera pasado”.